martes, 20 de noviembre de 2007

...un ayer de hace mucho tiempo

Ayer llovio
Los planetas cayeron
La tierra tembló
El mar se fue a las nubes
Y los cielos estallaron,
El sol se apago
Y las estrellas apagaron su brillo

Ayer llovieron mis ojos y las nubes
Porque perdí el alfiler que sostenía al universo entero
haciendo que el infierno fuera un paraiso
que se fue con tu presencia

jueves, 15 de noviembre de 2007

...trocito de oro...

"Casi muero por todas las lágrimas que no derramé", pensó. Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, por su barba y por su peto. Como provenían de su corazón, estaban extraordinariamente calientes, de manera que no tardaron en derretir lo que quedaba de su armadura.

El caballero lloraba de alegría. No volvería a ponerse la armadura y cabalgar en todas direcciones nunca más. Nunca más vería la gente el brillante reflejo del acero, pensado que el sol estaba saliendo por el norte o poniéndose por el este.

Sonrió a través de sus lágrimas, ajeno a que una nueva y radiante luz irradiaba de é; una luz mucho más brillante y hermosa que la de su pulida armadura, una luz destellante como un arrollo, resplandeciente como la Luna, deslumbrante como el Sol.

Porque ahora el caballero era el arroyo. Era la Luna. Era el Sol. Podía ser todas estas cosas a la vez y más, porque era uno con el universo.
Era amor.

Fragmento de "El Caballero de la Armadura Oxidada", Robert Fisher

Sentí la necesidad de compartir este trocito de oro que me sirvió de mucho.